viernes, 7 de diciembre de 2007

Fiestas


Inicio con un nuevo dogma de fe: yo, como buen quiteño, preferí huir de la ciudad, durante las fiestas.
Mucha gente ha opinado sobre la conveniencia o no de festejar la fundación española de Quito; no faltó ni siquiera la estupidez oficial que intentó justificar lo imposible (¡algún concejal salió con la mamarrachada de que lo que se festeja es el mestizaje!) En verdad, es preferible que digamos las cosas de frente, así se caiga en los dos extremos: o que nos gusta reunirnos para suspirar por un supuesto hispanismo casi risible, o que resistimos a cualquier occidentalización, reinvindicando un supuesto pasado impoluto.
Lo interesante de este año es que, sea de un lado o del otro, todas las voces han coincidido en algo: para la gran mayoría de la población está discusión no existe. Las fiestas de Quito, son pretexto para la borrachera. Pareciera que aún buscamos en el alcohol el olvido de un origen que (sea indígena, o mestizo, o urbano, o rural, o inga o mandinga...) nos sigue avergonzando.
Si he de emitir una opinión personal, preferí los eventos donde se reflexionó sobre lo que se estaba haciendo. Fue genial asistir al concierto de los Miletos (aunque esas últimas canciones me sorprendieron), y de los Maldita Vecindad (que estuvieron alucinantes, aunque esa es una opinión de alguien que ya superó los treinta). Me encantó observar la energía de esos presentadores que intentaban enviar mensajes políticos entre la marea de punkis, skateros, zhumirceos y demás fauna mágico-cómico-ebria de la ciudad...
Respecto al resto de festividades... lo mejor fue tomar la mochila, llamar a la Andrea, y tomar un bus a Chachimbiro... ¡Qué buenas aguas termales! ¡Qué paisajes! ¡Qué tranquilidad! Se las recomiendo...