martes, 29 de septiembre de 2009

duele...

Duele profundamente cuando ves que otros se aprovechan de un trabajo que, durante ocho años, ha sido construido con respeto, disciplina y, sobre todo, con un amor que no alcanza en el pecho. Duele cuando utilizan tu nombre (y el de la gente que trabaja contigo), para llevar a estudiantes a rutas mal diseñadas, incumplidas, desorganizadas. La competencia no nos molesta, al contrario, nos ayuda a mejorar... pero duele que esa competencia sea tan mediocre que termine perdiendo (para ellos y para nosotros) museos, colegios y amigos.
Hoy, por tercera vez en este mes, Sandrita (nuestra jefa de ventas) escuchó el reclamo airado de una profesora, a causa de lo mal que habíamos tratado a sus alumnos el año pasado, al dejar a 120 muchachos sin poder entrar a un museo del centro histórico. Ya antes, en otro colegio, le habían cerrado la puerta, acusándola de ser una estafadora.
Los amigos que han creído en nosotros, durante todo este tiempo: usuarios de nuestras rutas, directores y trabajadores de museos, priores y religiosos, profesores y alumnos amantes de Quito... estarán tan sorprendidos de esto como yo.
Y es que esas rutas no las ha realizado Quito Eterno, sino un grupo de aprovechados que (y esto es lo peor) se presentan como parte de nuestra fundación, utilizando incluso el nombre de la Sandrita.



Así que escribo esta pequeña entrada de parte de Pablo, Gaby, Édgar, Lucía, Lenin, Lorena, Sandra, Natalia, Carmen, María Isabel, Paquito, Consuelo y yo. La escribo, también, de parte de todos los amigos y compañeros que dejaron tanto en este sueño, durante estos ocho años. Y la escribo para apelar a todos nuestros amigos, para que difundan esta noticia y alerten a profesores, directores y rectores de los colegios de la ciudad, para que se aseguren de que las personas que llegan a ellas en nombre de Quito Eterno les estén diciendo la verdad.

Gracias a todos y todas.

Javier Cevallos Perugachi

El diablo
Gaspar de Mogrovejo y Ango
El Danzante

sábado, 26 de septiembre de 2009

Sol en Quito

Hoy vuelvo al blog, después de reencontrarme con mi país y asimilar todo lo que ha venido encima. Porque, aunque no parezca, uno tiene que volver a colocarse.
Hoy volví, también, a las rutas para colegios y empecé con el Gonzaga. ¡Cómo describir la felicidad que uno siente al volver a trabajar con los muchachos! Debe ser parecido a reencontrarse con un viejo amor: todo es igual, pero también es diferente. Espero no haber matado de cansancio a los estudiantes: estaba tan emocionado que mandé datos en cantidad. Al final, creo que ese jesuítismo en que me eduqué me sale por todos lados.
Fue interesante volver al Centro Cultural Metropolitano, ha cambiado tanto que estaba perdido como pijama en luna de miel, así que cada sala era una sorpresa para mí. Como estaba sacando a la calle un personaje nuevo (Gaspar de Mogrovejo, estudiante de la universidad de San Gregorio), durante el recorrido encontré a un par de personas que me miraron con sorpresa y me preguntaron por el Diablo...



Creo que siete años han sido un buen ciclo, así que voy a dejar al Supay en descanso por un tiempo, y solo sacarlo a ruta bajo pedido. Así jugaré un poco más con este estudiante... y con un danzante que me anda llamando desde lo profundo... como el bisabuelito Perugachi que está pugnando por salir...