No puedo negar que este hecho me toca las fibras más sensibles de la egoteca... ya que por más de siete años estuve a cargo de la literatura ecuatoriana, y cinco más dirigiendo el grupo de teatro del colegio. Es gracioso que todo vaya coincidiendo: con mis compañeros de generación (el glorioso 1993) hemos estado planeando hacer un reencuentro en el mismo lugar donde nos hicimos bestias el día de nuestros juegos pirotécnicos... y seguimos hablando las mismas tonteras que cuando nos graduamos...
- dicen que el colegio ya se fue a la mierda...
Lo que nadie puede negar es la marca que el colegio deja a cada uno, para bien o para mal (porque también conozco a muchos que, con el solo recuerdo, huyen despavoridos, y lo entiendo: es muy difícil crecer en un grupo de adolescentes varones: la gente puede llegar a ser muy cruel). Y es que esos seis años son muy intensos en varios sentidos. Para algunos es la Lolita, para otros no... o su paso por los tradicionalísimos clubes de teatro o andinismo... o los deportes... o los profesores memorables: Guido Poveda, el doctor López, el muerto González, Jorge Uribe, el padre Acosta, el suco Ribas... Están los que salieron más izquierdosos y ateos que el Che en persona, y están los otritos, que han engrosado las líneas del conservadurismo más recalcitrante: ARNE, TFP, Legiones blancas y demás flores olorosas... En lo personal, el colegio me marcó en lo que quería hacer: los seis años en el grupo de teatro me condenaron fatalmente a la profesión.
Pero si hay algo que no soporto es esa vanidad tan jodida que nos meten, con eso de ser líderes y demás. Fenómeno acentuado entre los sociales: eso de los tres libros mal leídos es un problema: tienes que llegar la universidad para romperte las muelas contra el mundo... y, a veces, ni así... Hay una suerte de autosuficiencia pesadita, de intelectualidad posuda, de actitud de pueta de cafetín... que nos cierra al mundo, porque el San Gabriel es lo mejor y punto. Incluso desde lo interno: siempre me pareció molestosa esa división entre los gabrielinos "de primera": teatreros y andinistas, caballeritos gabrielinos que participan en todas las actividades, oradores y seudo filósofos, contentados con lo que hacen sin ver más allá de la avenida América. Todo el resto son los gabrielinos de "segunda", los que no se acoplaron, los calladitos, los que desaparecen entre la multitud, lo que no pertenecieron a nigún grupo de "elegidos"...
Mielda, que se extraña el colegio...