Un durmiente es solo un pedazo de madera, y las vías únicamente hierros viejos. Sin embargo todo parece embriagarse de sentido al paso del autoferro.
Lo que encontré en El Tambo fue sorprendente: una estación renovada, con un centro cultural y un restaurante a un lado. En un recorrido de apenas tres kilómetros, me sentí invadido de nostalgia: viajar en un autoferro y desembarcar en medio de un complejo arqueológico es una experiencia única.
En el Baño del Inca las casas mestizas se levantan sobre un suave suelo de arenisca labrada, que parece desvanecerse al paso del viento.
El Tambo, definitivamente, es un lugar al que quiero volver. El tren es como una vieja historia: lo puedes repetir cientos de veces e igual lo disfrutarás. Dejarlo morir sería como dejar morir una buena parte de nosotros… aunque suene a panfleto, estoy convencido de que así es.
2 comentarios:
( I _ I ) Jajaja que es eso de que te han mentado a la madre! jejeje buenazo... oiep quiteño, el ferrocarril esta de lujo y parece que vamos por buen camino en su recuperacion... te cuento...
Yo, soy un chico con la cabeza ovalada, acabo de inaugurar un blog en blogspot, oajlá te dieras un saltito por ahi y me dieras tu opinion, jeje, esta es la direccion: http://chicocabezadehuevo.blogspot.com
Un abrazo
Gracias por el consejo... me encanta viajar... El tambo estará ahora en mi lista de lugares por conocer...
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