sábado, 6 de septiembre de 2008

El dinero del ministerio de Cultura (Lapalabraenmovimiento 1)

Era más que evidente...

La intrusión del Estado en el trabajo del artista iba a convertirnos en hienas que pelean por los despojos. Mientras en otros lugares se pide menor intervención de los ministerios en los proyectos culturales, acá nos alegramos de que -por fin- el Estado asuma que existimos.

Pero el reparto de dinero ha ayudado a reparar en ciertas cosas que antes no habían sido tan obvias. Para mí es claro que se está produciendo una fisura, de tipo generacional, al interior de los artistas escénicos.

Durante muchos años, por respeto a nuestros maestros, muchos de los actores y actrices de mi generación, nos hemos resignado a ser un aparte en el teatro nacional. Supongo que, incluso por vergüenza, nunca nos atrevimos a cuestionar (¡o a competir!) con quienes admiramos desde nuestros inicios. Por eso no decíamos nada cuando descubríamos que el ingreso a muchos de los presupuestos estatales nos estaba prácticamente velada.

Pero cuando a ellos no les asignan dinero, y a muchos de nosotros sí (me incluyo en ello)... ¡El país arde!

Que no se me malentienda, guardo el mismo respeto por los profesionales que abrieron camino para nosotros; y, definitivamente, creo que este proceso no fue transparente. Lo que digo es que si ya exigimos pulcritud en el manejo de estos concursos, pues exijamos también que los concursos se organicen para cualquier otra asignación de dinero estatal. Para que así, cuando en las oficinas municipales, o provinciales, o en las redes de museos, o en las fundaciones, se necesite un proyecto teatral no se llame al amigo, o al conocido director...

Dixit

2 comentarios:

Pablo Boada dijo...

Toda incursión nueva de los fondos públicos genera este tipo de ambiente. Ojalá que los mismos grupos grandes, más conocidos y de más trayectoria de alguna forma dejen que los artistas emergentes vayan sacando más provecho de esos fondos concursables.

charlie vasquez dijo...

Estado = taita todopoderoso, creador de edificios magníficos en lugares inaccesibles , que serán luego destinados a ferias y eventos.

Todo esto ante el amparo del precio de barril (no el del chavo) que sube y baja, baja y sube, y que en los proximos tiempos se estrellará en el suelo dejándonos sin nada por que discutir.