miércoles, 11 de febrero de 2009

Sobre la memoria y libros viejos

Durante una semana estuve metido en archivos históricos de mi ciudad. De esta experiencia he sacado dos conclusiones:

1) La investigación histórico-artística es algo a lo que me quiero dedicar en la vida, así uno mi profesión a mi carrera de historiador frustrado.
2) La memoria de un pueblo es fragilísima.

El ejemplo es el fondo antiguo de la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo, que actualmente se halla en reestructuración. Hay allí algunas prácticas que, la verdad, horrorizan. Durante muchos años la Biblioteca Nacional se ha usado como biblioteca pública. ¿Qué significa esto? Que muchos muchachos van allá para estudiar. ¿Cuál es el problema? Muchos siguen usando la práctica de, para ahorrarse fotocopias, arrancar la página entera. De principio uno puede decir: "eso pasa siempre". Y es cierto. Lo terrible es si lo hacen en un periódico de 1912, o en una edición princeps (primera edición) de un libro de autor ecuatoriano.
La cosa es que fui a buscar un manuscrito del siglo XVIII, que contiene ciertas obras tearales que me interesan. El museo del libro de esta biblioteca conserva parte de lo que fue la gran biblioteca de los jesuitas, la otra parte está en la Universidad Central y en bibliotecas particulares.
Lo primero que me llamó la atención es el enorme tragaluz que se abre sobre estos libros del XVI, XVII y XVIII, friéndolos bajo el sol equinoccial. Muchos libros están en buen estado, otros se están destruyendo, a pesar de las buenas intenciones de las personas que los cuidan. Aún se necesita una decisión estatal.
Vuelvo a mi historia: después de un día de búsqueda, por fin encontré el manuscrito. ¡Qué emoción! Allí estaba...



tener entre las manos un texto escrito en 1732 me hace sentir un poco aventurero, como Indiana Jones... con máscara y guantes. Ir descubriendo cómo vivía el autor, entre Quito y Riobamba, es bacansísimo.
No nos queda sino esperar que los planes de salvamento de este fondo lleguen a feliz término. Eso y no pensar en la cantidad de documentos que se estarán destruyendo en el resto de los archivos del país. Es como un alzheimer nacional...

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