domingo, 19 de abril de 2009

Kito kon k (o cómo me enamoré de Sal y Mileto)

A veces me entra cierto conflicto respecto a mis propios discursos sobre la ciudad. Porque no quiero reducir Quito al centro histórico, que está muy bonito pero que, al final, solo son paredes y cuadros y esculturas. Desde acá caigo en cuenta de lo compleja y maravillosamente lunática que está la ciudad. El Quito que tanta nostalgia me produce, es también la suma de personajes, momentos, sensaciones, estéticas... de todo aquello que la va construyendo cada día. Por eso he decidido que también voy a comenzar a reseñar esos momentos que fueron construyendo mi itinerario personal, mi re-descubrimiento de este pupo del mundo. Ombligo para los no-iniciados.
Lo primero sería hablar de una de las bandas memorables de los noventas... y hasta ahora. Los miletos. A esta altura de la vida, ya los puedo considerar un viejo amor, porque nos unen algunos lugares y recuerdos... aunque nunca conocí personalmente a ninguno de los tres de la primera formación. Pero ellos comenzaron en el primer lugar en que yo también empecé mi carrera teatral: el teatro Fénix que, por esas épocas, era otra trinchera del teatro emergente de Quito. E igual que a ese concierto (al que no fui), a los teatreros también nos llegaban unas treinta personas por función, en un espacio con seicientas butacas. Al final terminó convirtiéndose en algo más rentable: una iglesia evangélica.
Pero mi primer acercamiento real con la banda fue en dos obras de teatro que me sacudieron profundamente, y marcaron el camino que yo quería seguir: Ceremonia con tinta sangre y, sobre todo, Kito kon k. Todo lo que había visto hasta entonces era muy clásico... o muy latinoamericano, saturado de realismo mágico y folclore... Pero cuando vi esa propuesta, de un Kito oscuro, lleno de referencias a los barrios (Karcelén), a lo solitario que resultaba crecer en los noventas, rodeado de concreto, odio y asfalto; cuando escuché un texto que se cagaba en todo: educación, patria, familia... y cuando escuché a los miletos musicalizando la obra, en vivo, fue demasiado. Ahí descubrí la dramaturgia de Peki Andino, y las letras que ponía (junto al Paúl Segovia) para los miletos. Y empecé a seguirles, tanto en las obras del uno, como en los conciertos de los otros.
Y ahora que la banda está renovada, pues los sigo también. Con el Lucho Pelucho, el nuevo guitarrista, tuvimos una experiencia conjunta en el 2005, cuando armamos un noise vs. poesía, en el lanzamiento de mi último libro publicado. Así que las coincidencias siguen apareciendo.
Fuera de cualquier cosa, los miletos siempre serán -para mí- la banda ecuatoriana más importante. Y, aunque son orgullosamente latacungeños, son también habitantes de mi ciudad... la que se devoró a sí misma.

6 comentarios:

Schwa dijo...

Hola neeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeegro:PPP

Diego Fernando Ramos Flor dijo...

Buena Javier, aunque no me guste Sal y Mileto, y no creo que llegue a gustarme, bueno saber que alguien más le ve a la ciudad su encanto en la gente (cosa que parece faltarles a nuestros candidatos a alcalde)además del resto de cosas.

taita pendejadas dijo...

Claudia: ¿Cómo andas? Hace añasos que no nos vemos... bueno, será cuando vuelva por allá... cuídate...
Diego: Pues sí, yo creo que a todos nos falta fijarnos un poco más en la gnete... nada que hacer... un saludo.

El Apestado dijo...

Una pena esa muerte pendeja...

miguel w. dijo...

negrito, me ha agradado bastante esta nota, en especial porque creo que cuando compartimos, nunca hablamos de Sal y Mileto, y coincidimos en muchas cosas...
pero esto va de otra cosa, parte desde Quito, y de algo así que pusiste: "El Quito que tanta nostalgia me produce". si es posible, me gustaría indagar (vía mail, twitter, facebook o esta misma cuestión) en ese concepto, pensamiento o idea, pues creo que viene muy marcado por y para todo aquello que significa mirar (extrañar o sentir) lo que está lejos... y esa idea nostálgica de esa ciudad mágica es buen tema a tratar..en la medida de lo posible

saludos!

prisionero #12 dijo...

donde lo vengo a encontrar.. y a la hora... creo que cuando conseguí el kito kon k que se había impreso hace 10 años, y hasta con falla de imprenta!, hubiera querido agradecerle por haberme metido en todo esto.
saludos.