sábado, 21 de julio de 2007

Sobre ángeles y otros demonios (tercera parte)

















Existe, también, una piedra en la fachada de la iglesia de San Ignacio de Loyola de la Compañía de Jesús, en la parte baja del extremo norte, fechada en 1765; en ella los jesuitas mencionan (con aparente agradecimiento) al rey Carlos III… quien, dos años después, los va a expulsar de todo el reino de España. Y frente a esta fachada, en las barbas mismas de uno de los principales homenajes a la gloria de la fe católica (y a la de los hijos de Loyola), se puede encontrar al pecado y la picardía. Pues sobre los marcos de las ventanas, en el segundo piso de la casa frontera, el observador hallará una serie de angelitos sentados en ellos. Pero hay uno muy especial: sobre la ventana de la esquina sur está sentado un niño que parece haber llegado con apuro, molesto por haber sido interrumpido en una práctica secreta y placentera; o talvez solo es un ángel precoz, un fornicador celestial, un recuerdo de que la inocencia también puede ser divertida. Cuando el curioso se coloca bajo este angelito descubre, con asombro, un enorme pene que se asoma entre sus piernas regordetas.

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